martes, 14 de junio de 2011

No intentes evitar que me equivoque

Escribir una historia. Planearla en las callecitas cubiertas de hojas marrones claras que nos dicen de una forma más que otra, que el frío vino para quedarse. Imaginar, después, que una llovizna nos atrapa jugando a ser unos pibxs, unos estropajos andantes del barro y la travesura, como si no fuera suficiente con el dolor y la molestia que causamos a tus amigxs, tu ex y demases accesorios que siempre creen ser más de lo que son y menos de lo que aparentan. Triste destino luego, cuando debajo del toldo no hay escapatoria que la espera. Una espera incómoda de esas que salen por la tele y se escuchan en la radio. Como los días anteriores a la Guerra de Malvinas, el bloqueo a Cuba y la Guerra Fría. Esos recuerdos que si puedo trataré de abolir en el futuro y, con suerte, tendré éxito.

Mientras tanto, intentamos olvidar que hubo un contacto, que nuestrxs ojos no intentan encontrarse como un río ansia llegar al mar, a ese océano que lo conecta con el resto del mundo. Y de esta forma, creemos que nosotrxs (al menos eso intuyo en ti) somos algo menos que buenos amigos y un poco más que conocidos. Tal vez somos como esa película 'extraños en el paraíso' solo que de una forma sutil, casi silenciosa. Condenada porque, de ser felices, la sociedad no lo permitiría. Es acaso lo que piensas mientras te arrimas junto a mi? Acaso ese es el plan, la trama que esperas siga la historia? Debo imaginar, luego, que me invitaras a subir cuando atravesemos esas tres cuadras que harán falta para llegar a ese 4D? Puede ser, que dejando la ropa mojada, esa falsa piel que incita y esconde, podemos vernos realmente como somos, como nos gustaría ser, mientras la música oculta el deseo mutuo, trasluce mentiras a los vecinos de al lado, mientras confunde al inquilino de abajo?

Será que la humanidad existe a base de expectativas. La razón oculta detrás de la palabra DIOS, el ser DIOS, la sociedad DIVINA y la mentira de la palabra de DIOS. Imagino que no soy tan desafortunado después de todo, cuando la impaciencia arremete contra tu respiración, persigue tu cuerpo que se aprieta contra el mío. Ahora, creo que no hay fantasía que pueda superar la realidad del calor humano. Y sólo los verdaderos sueños, los profundos de verdad, pueden revelar tanta ternura. Sólo que no sucede todos los días, al igual que esta lluvia que nos encamina a la perdición. Aunque tal vez no lo sepas. Piensas que me dejo llevar por un instante que en el día a día es imposible, fugaz, como aquel encuentro de hace menos de media hora. Una ingenuidad tal que esta acabando con mi paciencia, mi cordura y esa maldita costumbre machista de ser correcto o respetuoso: la caballerosidad. Que vil mentira la de los padres, los abuelos y los amigos. Que triste realidad en este kiosco indolente que a cada lugar que miro me hace pensar en tí. En esos caramelos que te gustan saborear, en la bebida que no puedes eludir, en los puchos que fumaba tu vieja, en el rinconcito similar desde el cual llamaste hace una hora. Todo parece converger a lo inevitable

Pero, sin querer, dejo de llover y tú, de amarme.

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